
Ansiedad: cuando tu mente va más rápido que la vida
La ansiedad es una de las razones más frecuentes por las que las personas acuden a consulta psicológica hoy en día. Y no es casualidad. Vivimos en un mundo donde parece que siempre hay que estar disponibles, ser productivos y tenerlo todo bajo control. Pero la realidad es que no somos máquinas. Y esa presión constante, poco a poco, pasa factura.
Como psicóloga (y también como mujer que ha vivido momentos de ansiedad), sé que muchas personas sienten que «algo no va bien», aunque no siempre puedan ponerle nombre. La ansiedad puede presentarse de muchas formas: desde un nudo en el estómago o dificultad para dormir, hasta palpitaciones, sensación de ahogo o pensamientos que no paran de dar vueltas en la cabeza.

¿Qué causa la ansiedad?
No hay una sola causa. La ansiedad suele ser el resultado de una combinación de factores que se entrelazan y se acumulan con el tiempo. Entre los más comunes están las situaciones de estrés prolongadas, las preocupaciones laborales o familiares, los problemas económicos, o los conflictos personales que no sabemos cómo manejar. También influye mucho el estilo de vida actual, en el que muchas veces prima la prisa, la productividad constante y la falta de tiempo para uno mismo.
Además, experiencias pasadas no resueltas, como traumas, pérdidas o vínculos inseguros en la infancia, pueden dejar una huella emocional que se activa en momentos de presión. Incluso aspectos cotidianos, como una alimentación desequilibrada, la falta de descanso, el sedentarismo, el consumo excesivo de cafeína o alcohol, y una rutina sin espacios para el autocuidado, pueden aumentar los niveles de ansiedad sin que seamos plenamente conscientes.
También hay factores cognitivos y emocionales: nuestras creencias sobre el control, el perfeccionismo, el miedo a decepcionar a los demás o la dificultad para poner límites suelen generar un estado constante de tensión interna. El tipo de pensamiento que cultivamos —si tendemos a anticipar lo peor o a exigimos demasiado— puede alimentar ese malestar.
Por otro lado, influye también nuestra historia personal. Hay personas que han crecido en entornos inestables o inseguros, donde han aprendido a estar en alerta constante. Esa hiperactivación emocional se vuelve, con los años, una forma automática de responder al mundo, y eso las hace más propensas a desarrollar ansiedad en la edad adulta.
Por último, no hay que olvidar el componente biológico y genético. Algunas personas tienen una predisposición heredada a reaccionar con mayor intensidad ante el estrés. Esto no significa que estén “condenadas” a sufrir ansiedad, pero sí que necesitan conocer mejor sus límites y cuidarse de forma más consciente.
mejorar tu bienestar
¿Qué podemos hacer para prevenir o gestionar la ansiedad?
Aunque no podemos eliminar por completo el estrés o las preocupaciones de la vida, sí podemos aprender a cuidar nuestra salud mental y a gestionar mejor esos momentos de ansiedad. Algunas recomendaciones clave:
1.Escucha tus señales internas. El cuerpo suele avisar antes que la mente. Si notas cansancio extremo, insomnio o irritabilidad, no lo ignores.
2.Respira y conecta con el presente. Técnicas como la respiración consciente, la meditación o el mindfulness pueden ayudarte a calmar tu sistema nervioso y reducir la tensión acumulada.
3.Cuida tu rutina. Dormir bien, alimentarte de forma equilibrada, moverte con regularidad y desconectar del móvil durante un rato cada día son gestos sencillos, pero poderosos.
4.Rodéate de apoyo. Hablar con personas de confianza o buscar acompañamiento profesional es fundamental. No tienes por qué afrontarlo solo/a.
5.Sé compasivo/a contigo mismo/a. No necesitas estar bien todo el tiempo. Permitirte descansar, pedir ayuda o decir “no puedo con todo” también es una forma de autocuidado.
Cuando la mente no para…
calma, equilibrio y amabilidad

La ansiedad no te define
No eres débil por sentirte así, ni estás solo/a en esto. Es posible aprender a vivir con más calma, con más equilibrio y con más amabilidad hacia uno/a mismo/a. Y si sientes que no puedes con ello, no lo dudes: acudir a una profesional de la psicología puede marcar un antes y un después.
Tu salud mental también importa. Y merece que la cuides con la misma atención con la que cuidas todo lo demás.
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