

Cuando todo pesa:
hablemos del estrés
¿Te sientes últimamente al límite, con mil cosas por hacer y sin energía para afrontarlas? ¿Notas que te cuesta dormir, concentrarte o disfrutar de lo que antes te hacía bien? Es posible que estés experimentando estrés, una de las condiciones emocionales más comunes (y más invisibles) de nuestra vida cotidiana.
Vivimos en un mundo que no se detiene, donde se valora la productividad por encima del descanso, y muchas veces nos exigimos más de lo que podemos sostener. El estrés aparece cuando sentimos que no damos abasto, que lo que se espera de nosotros/as —en el trabajo, en casa, en los estudios, en la vida— nos sobrepasa.
Y aunque cierto nivel de estrés puede ayudarnos a activarnos y rendir mejor en momentos puntuales, el estrés prolongado o crónico afecta nuestra salud física, emocional y mental. Por eso es tan importante reconocerlo a tiempo y aprender a gestionarlo con amabilidad hacia uno/a mismo/a.
¿Qué es exactamente el estrés?
El estrés no siempre se manifiesta igual. Algunas veces se presenta como una tensión constante en el cuerpo, otras como insomnio, irritabilidad, falta de concentración o incluso problemas digestivos. A nivel emocional, puede hacernos sentir sobrepasados/as, frustrados/as o ansiosos/as. Y si se mantiene en el tiempo, puede llevarnos al agotamiento físico y mental.
El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que percibe como amenazantes o desbordantes. Es una reacción automática que nos prepara para afrontar un reto, y por eso puede ser útil en ciertas circunstancias. Sin embargo, cuando esa tensión se mantiene durante días, semanas o incluso meses, empieza a tener consecuencias en nuestro equilibrio.
Principales causas del estrés
Las fuentes de estrés pueden ser muy variadas y dependen de cada persona. Sin embargo, hay ciertos factores que se repiten con frecuencia:
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Trabajo o estudios: Cargas excesivas, plazos ajustados, ambiente tóxico o miedo a equivocarse.
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Problemas económicos: Inseguridad laboral, deudas, dificultad para llegar a fin de mes.
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Conflictos familiares o de pareja: Falta de apoyo, discusiones, sobrecarga de cuidados.
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Autoexigencia constante: Querer hacerlo todo bien, no pedir ayuda, no permitirse fallar ni descansar.
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Cambios vitales: Mudanzas, rupturas, enfermedades, pérdida de seres queridos.
Muchas veces no es un solo factor el que genera estrés, sino la acumulación de varios que terminan por desbordarnos.
Cada desafío es una oportunidad para fortalecer tu mente y tu carácter
desarrollo personal

Claves para gestionar el estrés de forma saludable
No siempre podemos cambiar las circunstancias externas, pero sí podemos aprender a cuidar nuestro mundo interno. Aquí te dejo algunas recomendaciones:
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Aprende a parar: El cuerpo necesita descanso. Reserva momentos cada día para respirar, desconectar o simplemente no hacer nada.
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Pon límites: Di “no” cuando algo te supere. No es egoísmo, es autocuidado.
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Organiza tus prioridades: No todo es urgente ni imprescindible. Aprende a delegar y a soltar lo que no te corresponde.
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Cuida tu cuerpo: Dormir bien, alimentarte de forma equilibrada y moverte (aunque sea un paseo corto) puede marcar una gran diferencia.
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Habla de lo que te pasa: Compartir lo que sientes con alguien de confianza o acudir a una profesional puede ayudarte a ordenar tus emociones y tomar perspectiva.
Si sientes que estás sobrepasado/a, no estás solo/a. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de fortaleza. Y es el primer paso para volver a sentirte en calma contigo mismo/a.
Recuerda: no tienes que poder con todo
Sentirse estresado/a no es signo de debilidad, es una señal de que has estado siendo fuerte durante demasiado tiempo sin pausa. Reconocerlo y actuar a tiempo es una forma de cuidarte. No estás solo/a, y no tienes que sostener el mundo tú solo/a. Pedir ayuda también es una forma de avanzar.
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